AMARCORD ... O LA NAVE VARADA

Los viejos cuarteles, las cárceles, los hospitales fueron y aún continúan siendo piezas recuperables de la ciudad en busca de nuevos usos públicos.

Su estructura es de gran diafanidad, grandes alas y naves, en general de extrema simplicidad, de rotunda implantación formal, no exenta sin embargo de una naturalidad y diversidad que a veces asombra. Por modestos que algunos de estos edificios sean, nos ofrecen enormes posibilidades a la vez que son capaces de remitirnos a imágenes que nuestra memoria cultural-arquitectónica no debiera olvidar.

Quien no imaginaría dentro de estos espacios al gran esqueleto del saurio del Museo de Historia Natural, las puertas azul añil de la ciudad babilónica de Ishtar en un museo de Berlin, los dos grandes trozos de la columna trajaría a escala del Museo Victoria y Alberto de Londres, las enormes maquinarias de las exposiciones de finales de siglo, las estanterías y asientos diminutos de la sala de lectura de cualquier biblioteca central.

No sería difícil conjeturar en su interior un barco vikingo como el del museo de Oslo o el Vasa, buque insignia de la armada sueca del siglo XVI, rescatado de las aguas trescientos años después de su hundimiento.

No hemos podido evadirnos de estas poderosas y sugerentes imágenes al contemplar vacías las naves del Cuartel del Conde-Duque.

Mantener la unidad espacial del contenedor propuesto, aunque se trate únicamente de un trozo del pastel, y a la vez propugnar la autonomía del contenido como forma singular, independiente pero ligada a aquel, han sido las bases esenciales de nuestro proyecto.

La forma se explícita en un barco, en su casco y armazón que está en pleno proceso de desmantelamiento, interrumpido justo en el instante preciso en que se está transformando en una entidad arquitectónica propia que trata de reconstruir el orden estructural de la trama preexistente; que quiere aproximarse a las paredes que lo envuelven, todo ello a tiempo de no desfigurar su origen naval, pero con clara voluntad de un destino diferente.

El Cuartel-Astillero de desguace se convierte en la cantera de una nueva forma distinta, la Nave, varada, hecha raíces.

En cuanto al contenedor, nos quedamos con lo que entendimos elementos esenciales de la construcción: el basamento sobre pórticos de arcos paralelos a fachada, el cuerpo alto de edificación, subdivisible o no en plantas, y la cornisa y cubierta de cerchas, que dejamos al descubierto para cualificar más este espacio como nave, dentro de los supuestos de partida.

Entramos en un mundo que ha de despertar la imaginación de los más pequeños e introducirles en el concepto de lo posible.
No queremos que sólo los libros sean los encargados de esta misión tan importante como es el buceo dentro de la fantasía. La propia arquitectura, expresada a través de las formas, la luz, la manera de vivirla ha de invitar a que atraviesen el "espejo" y fundirse/confundirse entre lo real y lo sugerido.

El espacio abstracto y funcional, desnudo, del cuartel se materializa en un objeto poderoso y atrayente, identificable para los niños: confundiéndose con la propia piel del edificio, desde la que adquiere autonomía.

La primera imagen que ven los niños al llegar es el casco de una nave de grandes dimensiones cuya proa se sitúa muy cerca de la entrada. De tal manera que no pueden comprenderla ni dominarla de un solo golpe de vista. Es necesario introducirse para ir descubriéndola.

Una vez dentro se ha querido concebir una biblioteca con un programa fácil de interpretar, desarrollado en tres niveles y buscando espacios diáfanos. Mínimamente determinados por formas expresivas (torre de luz, mesas de los eclipses) que se constituyen en excelentes referentes de orientación y vivencia espacial.
Se evita la compartimentación de espacios para ganar en movilidad-funcionalidad-relación. Todos los servicios de la biblioteca están abiertos y accesibles a la curiosidad de los pequeños.

La biblioteca, Arca de Noé de los mejores ejemplares infantiles, más allá de los libros, videos y soportes informáticos, formará parte de la memoria de los niños que se harán hombres, de su memoria espacial y arquitectónica. Un peldaño más en el viaje iniciático, podríamos decir mediático, del conocimiento.

Aquel personaje de "Amarcord" nunca olvidó el enorme casco del trasatlántico forndeado en puerto... apenas podía abarcarlo con la vista...

...E IL VIAGGIO INCOMINCIA.